“Creo que las madres mienten. Que no hay nada más triste que ese segundo en que el hijo se va para estudiar, para casarse, para vivir su vida. Las madres se felicitan, claro, han cumplido una parte del contrato, el hijo es autónomo y puede enfrentarse a la existencia, pero ¿qué queda? ¿La soledad, la nostalgia? No son regalos que digamos. Las mujeres son egoístas, y los hijos más. Cada uno le quita al otro algo que no le devolverá. Y siempre regresa, lacerante, la cuestión de un amor demasiado grande para vivir con él.”
— Carolina Laurent.