“…quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra…

Está figuración me duraba aún nos segundos después de haberme despertado: no repugnaba a mi razón, pero gravitaba como unas escamas sobre los ojos sin dejarlos darse cuenta que la vela ya no estaba encendida.”

— Proust, En busca del tiempo perdido